En Antioquia nosotros predicábamos a Jesús como Hijo del
Padre Eterno, el llamarle Cristo (ungido) que es en hebreo Mesías,
llevo a quienes nos odiaban y odiaban también a los Judíos a llamarnos despectivamente
cristianos, La terminación latina “ianos”[1]
era ampliamente usada en todo el imperio romano porque definía a los esclavos
de aquel con cuyo nombre estaba compuesta la palabra, por ejemplo, tertuliano era
esclavo de tertulio, juliano ed. julio, jupiteriano ed. júpiter, pretoriano esclavo del pretorio, por lo tanto Cristiano es Esclavo de Cristo.
Este mote despectivo se usó porque ser esclavo era
denigrante. A no ser que (única excepción) se refiera a los siervos del pretorio,
algo así como el general del emperador, llamados pretorianos, o sea esclavos del pretorio, quienes
orgullosos de su pertenencia luchaban hasta la muerte por su líder. Estos llegaron
a ser los seres más respetados del mundo, no inclinar el rostro ante uno de
ellos era la forma más rápida de morir. Jesús fue juzgado en el pretorio romano de la provincia
de Judea, y le dijo al pretor: tú no
tendrías ningún poder sino te hubiese sido dado por mi Padre que esta en los
cielos. Después de esto el Pretor, Pontius Pilatus no solo lo considero
inocente, sino que escribió la sentencia, en Hebreo, Latín y griego «Iesvs
Nazarenvs, Rex Ivdæorvm.» Jesús Nazareno Rey de los Judios.
Pero sigamos, por esas cosas que nunca llegaremos a
comprender Jesús puso en los corazones de quienes nos odiaban, llamarnos
cristianos. Así quienes se referían a nosotros nos titulaban despectiva y
alegremente con el nombre de “Cristianos”, los esclavos del Cristo, y
ciertamente fue motivo de risa, hasta
que comprendimos lo que había sucedido y comenzamos a llamarnos a nosotros
mismos “Cristianos”, y esto paso a definir a un grupo cada vez más grande de
personas a la que se nos habían conferido poderes extraordinarios sobre la
creación.
Cuando nuestros enemigos se dieron cuenta que esto describía
a seres inquebrantables, con un poder indescriptible, y que se decían muertos
en Jesús, quisieron llamarnos “λίγο Christs” pequeños, ó insignificantes cristos,
pero de cierto ya la palabra había sido consumada y los cristianos seguimos
adelante...
No hay pequeños cristos, Jesús me dijo que yo soy su amigo, Él
me dijo que cosas mayores que él yo haría, El dijo que yo soy uno en Él, como Él
lo es en el Padre.
[1]
No confundir con la terminación –ano – que se usa para designar al que
pertenece o tiene su origen en un territorio, generalmente usada en la
península ibérica e itálica y sus antiguas colonias, como: romano,
latinoamericano, castellano, asturiano, afroamericano, californiano, etc.
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